jueves, 31 de octubre de 2013

La ceguera y las cadenas



Durante horas estuve fantaseando con el vaso en la mano, una noche de risas y charla amena mientras observaba a ese íncubo que se postraba frente a mí, con semblante serio, a veces sonriente, mi vena vampira azotaba las ganas de clavar mis colmillos en su cuello, mas me mantenía en mi sitio, con una distancia relativamente cercana pero distante, sólo los juegos de miradas felinas; la primera, nada más encontranos, llevaba unos vaqueros anchos y una camiseta negra, marcando lo ancho de sus hombros, con una cazadora de cuero encima, la melena suelta, como me gustaba y ese esbozo de sonrisa que hizo que temblara sobre mis tacones, estaba realmente atractivo.

Me había puesto un corsé y unos pantalones de cuero negros, ajustados a mi figura, notaba sus miradas en mis instantes de descuido a mi trasero, mi líbido bailaba samba y se soltaba la melena, tenía el tanga negro de encaje mojado desde el minuto cero y cada vez que esbozaba una sonrisa sentía resbalar la humedad por mi interior.

Yo continuaba con esa timidez inusual en mí, el súcubo permanecía encarcelado dentro de mi cuerpo, lo había atado con cadenas antes de salir de casa, se acercó a mí y me dijo que si nos marchábamos, afirmé y tomé mi abrigo para cubrirme en la fría noche, tomamos la calle caminando mientras la charla continuaba, yo hacía mi coche, él a su casa, teníamos el mismo rumbo y al llegar a su portal, me acerqué para darle un beso de despedida en la mejilla cuando tomó mi cuerpo bruscamente contra la pared y comenzó a besarme mientras me agarraba el pelo, abrazaba mi cintura y escurría sus manos bajo el abrigo para acariciar mi culo; estaba enardecida por completo, mi lívido danzaba cuan acróbata sobre las telas, deslizándose por cada rincón de mi cuerpo, me besaba con ganas y eso me hacía retorcerme por dentro. 

Me dió un azote y me dijo, tira, mientras me indicaba con la cabeza las escaleras de subida a su casa, no dije nada, una sonrisa y mi mirada eran toda la respuesta que necesitaba mientras subimos las escaleras, no llegamos a cruzar el umbral de la puerta y esta vez fui yo quien me abalancé sobre él, mientras le besaba mis dedos se entrelazaban con su melena, recorrían su cintura y me deshice de su chaqueta, dejándola caer, misma tarea que hizo él con mi abrigo, dejando que sus manos recorrieran todo mi cuerpo, para deshacerse del corsé bajando la cremallera que dejaba mis pechos al aire; deslizó su cabeza por mi cuello, jugando con su lengua en él y haciendo que se me erizara el bello, un universo de sensaciones que invadió como un tornado mi cuerpo en forma de escalofrío, continuó bajando para jugar con mis pechos y su lengua, los tenía entre sus manos hacía un rato y a mí me costaba mantener los ojos abiertos, estaba ya abandonada a ese juego, había vendido mi alma al diablo y el súcubo iba arrancando una a una las cadenas que lo mantenían prisionero en mi interior.

Tomé su mano y lo guié hasta la cama, aún llevaba la camiseta puesta y se la quité, allí de pie, deslizando mi lengua por su cuello, bajé hasta sus pezones y comencé a jugar con ellos, como él había hecho conmigo, me sentía terriblemente lujuriosa y me senté sobre la cama, dejándole ahí de pie, frente a mi, mientras desabrochaba sus pantalones para dejarlos caer a sus tobillos, mi mirada era la del mismísimo demonio mientras mis dedos pulgares se introducían dentro de sus calzoncillos lentamente, para bajarlos y dejar al descubierto su bálano, frente a mí, me mordí el labio inferior y él agito la cabeza, no necesité mas gesto, su mirada me pedía a gritos que hiciese lo que estaba a punto de hacer. Rocé su pene con mi lengua y volví a mirarle, sonriendo, me respondió con una sonrisa y comencé a chupar su polla como si de mi comida favorita se tratase, deleitándome en cada movimiento de mi lengua mientras mis dedos acariciaban sus testículos y su próstata, los introduje en mi boca y jugué con ellos durante un rato para continuar jugando con su pene, volví a subir por su pecho, con una lengua ávida de placer, le mordisquee la oreja y me entretuve jugando con ella, mientras le susurraba al oído "hazme tuya". No dudó un instante en apartarme de su cuerpo agarrándome del pelo para mantener su mirada desafiante con la mía.

Me deshice de mis botas sin moverme del sitio, mientras él se quitaba la ropa de los tobillos; me puse de pie y desabroché las correas que ataban mis pantalones de cuero, dejándolos caer al suelo, él me empujó sobre la cama, colocándose sobre mí mientras me besaba y propiciaba a mi cuerpo caricias suaves que hacían que nuevamente volviera a sentir la humedad escurrir dentro de mí, escurrió su mano por mi cintura y al notar la humedad de mi entrepierna se separó de mí, abrió un cajón y cogió unos grilletes que colocó en mis muñecas, ya era su prisionera, mas no conforme con eso, tomó un antifaz y me cubrió los ojos, besó mis labios y acto seguido sentí un vaivén de caricias que  me hacían enardecer, la dulzura de su lengua recorriendo mi cuello, el placer del dolor con sus pellizcos suaves en mis pezones, sus dedos introduciéndose en mi vagina y su boca en cada centímetro de mi piel, una lívido que ya no aguantaba más, deseaba que me penetrase, él disfrutaba con el juego y continuó mientras retorcía mi cintura bajo los movimientos de su lengua en mi clítoris y sus dedos en mi vagina, una explosión de placer que hacía que el ansia se apoderase de mí, que el súcubo tirase con todas sus fuerzas de las cadenas para arrancar la libertad que tanto ansiaba.

Trepó sobre mi cuerpo y continuó jugando con su pene, rozando mi vagina, haciendo que deseara aún más sentirlo dentro, en mi ceguera podía sentir como disfrutaba de ese juego y en tono de súplica, le dije:

   -Fóllame, por favor

Un aullido salió de entre los jadeos de mi garganta al sentir su pene dentro de mí, moviéndose incesantemente mientras no podía parar de gemir, me estaba volviendo loca de placer con cada movimiento, cada caricia de sus manos, totalmente atrapada con las manos sobre la cabeza, entrelazadas por los grilletes, la venda que no me dejaba ver, pero intensificaba el placer, y esa locura del contraste de la dulzura de sus besos y la salvajedad de sus embestidas, el súcubo ya no podía más, levanté mis caderas y comencé a moverlas, con su pene totalmente dentro, sintiendo cada roce en mi interior que me hacía temblar de placer y me estrelló una bofetada en mi cara, haciendo que estallara en un orgasmo con esa violencia comedida de la cual éramos cómplices los dos en ese viaje del cielo y el infierno que habíamos fabricado a nuestra medida, más no paró, ni deseaba que lo hiciera, continuó él con el juego de caderas durante un rato, mientras los orgasmos se sucedían uno detrás de otro.

Abrazó mi cuerpo y rodamos sobre las sábanas, colocándome sobre él, aún ciega, aún atada, a cuatro patas sobre él, galopando cuan amazonas, con los jadeos de su garganta justo en mis oídos, aumentando la excitación si es que cabía y ahora el súcubo ya no tenía una sola cadena, las había roto todas y desplegaba la plenitud de las alas, me quedé sentada sobre él, con las manos engrilletadas en su pecho y mis caderas le envestían con fuerza, con saña, como si quisiera introducirlo completamente dentro de mí, totalmente indomable cuando su mano me regalaba un azote y el placer se volvía insoportable, cada vez eran más fuertes las sacudidas a mi cuerpo, no podía parar de temblar y me dejé caer sobre su pecho, disfrutando de la dulzura de su mano acariciando mi pelo mientras mis labios y los suyos se fundían en un beso, volví a erguirme y repetimos de nuevo, esta vez, en vez de azotes, sus dedos jugaban en mi culo, y a pesar del sinfín de orgasmos que azotaban mi cuerpo, cada vez estaba más excitada.

Me apartó de su cuerpo y me colocó sobre la cama, boca abajo, besando mi cuello mientras su polla iba introduciéndose lentamente en mi culo y con una mano jugaba en mi vagina, totalmente mojada, movimientos lentos y la suavidad de esa lengua, cuan serpiente que oferta manzanas prohibidas, yo, completamente derretida sobre las sábanas, él, jadeando, entremezclando sus jadeos con los míos, la fiera se despertaba de nuevo y con un leve movimiento empujé su cuerpo de encima del mío, quedando a cuatro patas, con él de rodillas tras de mí, aferrado a mis caderas y la voracidad de sus embestidas, cada vez más raudas haciendo que clavase las uñas en las sábanas y los jadeos ya no fuesen gemidos, eran prácticamente gritos de placer cuando sentí su pene reventar de placer dentro de mi culo, totalmente tenso, para abandonarse sobre mi cuerpo, los dos tumbados sobre las sábanas, abrazados, abandonados a otro placer, el del sueño....







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