martes, 3 de agosto de 2010

Dibujando en élfico


Estaba tumbada sobre el camastro de forja que fue la cama de mi padre durante su juventud, mi cama en la adolescencia cuando pasaba los veranos en aquella casa... barrotes de hierro negros con tintes dorados sin lacar, que debía lustrar cada día bajo el despiste de posar mis dedos sobre ellos, marcas imborrables cada día... la persiana bajada evitando que penetrase el calor en la estancia, penumbra alumbrada por la pequeña lámpara de la mesilla de noche, en mi cuerpo un vestido infantil, color azul marino, y mis manos sujetando un libro emocionante, reflexiones profundas en una literatura de entretenimiento que se antojaría leve ante los ojos de cualquier lector, pero en mí provocaba las pausas tras cada frase, reflexiones profundas tras cada pensamiento rubricado sobre el papel... y en uno de esos pensamientos me abandoné al completo sobre la cama que experimentó todos los cambios de mi adolescencia... esa cama en la que me tumbaba tras los años y me sentía de nuevo una quinceañera con todas las inquietudes en el cuerpo, con el afán de experimentar cosas nuevas...

Cerré los ojos un instante a la vez que desentumecía mi cuerpo, con la espalda arqueada y una mano en mis ojos, tumbada, de lado, más así permanecí un rato, con los ojos cerrados y el libro sobre la colcha antigua, culminada con flecos que cubría el colchón de aquella cama, marcada por los años, marcada por el principio de mi existencia cuando supe que había sido el lecho de mi engendro.

El ruido de la puerta me hizo reaccionar del ensimismamiento que tenía encima, me devolvió a otra realidad cuando apareció el por la puerta, con unos grilletes en la mano y la mirada de un íncubo de ojos verdes, muy traviesa... sólo esa imagen ya me excitaba, su torso desnudo con los grilletes en la mano y el climax en la expresión de su cara, no pude por menos que esbozar una sonrisa en mi rostro cuando se acercó a mi cuerpo, aún tumbado sobre la cama y besó mis labios a la vez que me abrazaba, dejando los grilletes junto al libro, para dibujar caricias con sus manos en mi espalda, una mano perdida entre mi pelo, acariciando mi nuca, la otra, acariciando mi rostro entre la ternura de sus besos y sus dedos y, me pierdo cuando sus ojos me miran de nuevo, y no puedo por menos que cerrar los míos, me pierdo...

Se tumba a mi lado sobre la cama y continúa acariciando mi cuerpo, deleitándome con los besos y las caricias que me encienden por dentro mientras mi mano dibuja en élfico sobre su espalda, la otra, acariciando su pecho mientras la sonrisa es la marca permanente de mi rostro y me arrastro sobre su cuerpo, sentada a horcajadas sobré él y le beso de nuevo, siento el roce suave de sus labios, las lenguas tímidas jugando, caricias húmedas mientras sus manos acarician mi cintura y se deshacen de la cremallera del vestido que tapa mi cuerpo, hasta que acaba en el suelo, mientras, mi mirada se vuelve pícara, niña traviesa de ojos oscuros que me invade a la vez que asoma la cabeza el súcubo que llevo dentro, y le muerdo el cuello, dentelladas suaves empapadas en saliva mientras me deslizo por su pecho y juego con el piercing de su pezón, caricias suaves con la lengua provocando la excitación en su cuerpo, mas no me detengo y sigo bajando por su cuerpo roce de los labios en su cintura, roce que provoca mi respiración y la risa invade su cuerpo por el cosquilleo... me encanta verle reír, es una provocación a los sentimientos que llevo dentro y sigo bajando, de rodillas sobre la cama, sigo bajando por su cuerpo para rozar con mis manos sus muslos, caricias suaves, mientras mis dientes se enganchan al interior de sus piernas, despacio, lento, juego con mi lengua alrededor de su sexo y siento el estremecimiento en su cuerpo, el deseo que se hace esperar cuando mis dedos juegan con sus testículos y es mi lengua la que les coge el relevo, caricias de una boca que mide la fuerza con meticulosidad, que los introduce enteros dentro para acariciarlos con extrema dulzura en el interior de los belfos, roce de mi lengua que continua por su pene, culminando con circunferencias en el glande mientras lo sujetan mis dedos y ahí, de rodillas en la cama, con los ojos clavados en los suyos, lo hago desaparecer dentro de mi boca, con la lengua jugando en todo momento, movimientos de cabeza que le hacer enardecer en los deseos durante un largo tiempo y vuelvo a trepar por su cuerpo, repartiendo besos por el camino que me lleva de nuevo a sus labios, dulces, sus manos no cesan de acariciar mi cuerpo y con suavidad me domina, me arrastra bajo las fauces de su cuerpo sin dejar de engatusarme con los besos, mas cuando me quiero dar cuenta me encuentro esposada a la cama, cuando regreso a la realidad mis manos están engrilletadas como si de mi crucifixión se tratase, más dulce muerte se me procesa en ese momento y no me quejo mientras es su lengua la que recorre mi cuello, se desliza hasta el pecho y, juegos en mis pezones que me hacen enardecer cuando uno es provocado con la lengua y el otro con los dedos... y me pierdo, me pierdo tanto en el abandono que cierro los ojos y encojo el cuello...

Mis manos se aferran a los barrotes de la cama, me quiero mover y no puedo cuando siento sus dos manos aferradas a mis caderas, sus labios juegan en mis muslos, empapados por la excitación que me quema por dentro, acariciando con su lengua mi piel que se encoje igual que mi cuerpo, provocado por los deseos, respiración acelerada en mi garganta y un gemido cuando su lengua roza mi clítoris, se pasea por mis belfos y en cada movimiento acrecenta el deseo, paliado en parte por sus dedos, que juegan dentro de mi cuerpo mientras su lengua se sigue moviendo y me encojo de placer, aparto mi cuerpo por esa sensación extrema que me hace volar del suelo cada vez que sus dedos me golpean por dentro... no puedo, no puedo soportar este sufrimiento tan placentero y un pie golpea suavemente su pecho, apartándolo de mi cuerpo con la mirada del súcubo clavada en sus ojos, no hace falta que le diga lo que quiero, lo ha entendido en todo momento así que trepa por mi cuerpo y mientras me regala un beso nuestras caderas se buscan provocando un gemido en mi garganta cuando siento su pene entrar dentro, dulce placer de sentir la compenetración de los cuerpos, cada movimiento que me hace estremecer bajo su cuerpo, mas quiero acariciarle y no puedo, y eso me excita aún más... soy prisionera de sus deseos...

Movimientos lentos y dulces de sus caderas mientras mis piernas se abrazan a su cintura y le beso, le beso cuando los gemidos me lo permiten pues es muy grande el placer que provoca con cada roce en mí, sensación de un orgasmo prolongado en el tiempo, mas jamás llegue a entender el sexo tántrico, pero diría que es lo que siento, prisionera bajo su cuerpo cuando me lleva al límite sólo con una caricia y con sólo acelerar sus caderas siento que tiemblo, que un orgasmo me invade cuan descarga eléctrica de los pies a la cabeza, un gemido fuerte que parece un grito y mis manos aferradas a los barrotes, clavando las uñas en el hierro mientras su mirada dibuja una sonrisa a la vez que lo hacen sus labios, sorprendido por la reacción de mi cuerpo, paralizado por la sorpresa de la invasión del placer extremo bajo mi piel y con un beso, mis caderas le invitan a seguir con el movimiento, lento, placentero, como si de un arte se tratase, movimientos de pincel sobre el lienzo que dibujan mi cuerpo y me desvanecen hasta perder el aliento cuando sus caderas vuelven a acelerar el movimiento y vuelvo a temblar, tiemblo de nuevo y siento el roce de su piel sudada sobre la mía, la excitación de su cuerpo entre mis piernas y se sigue moviendo, esta vez no para ante los temblores de mi cuerpo, continúa prolongando el placer en mi cuerpo y como si de un terremoto se tratase, me invade una réplica del orgasmo anterior y ya ni siquiera puedo gemir ante la invasión de placer que me llena por dentro, cuando su rostro expresa la excitación absoluta y se vuelve becerro, tornando mi mirada becerrísima y el placer se hace más intenso en cada movimiento, así quisiera parar el tiempo, bajo su cuerpo con los movimientos de sus caderas golpeando las mías, un mar entre mis piernas que provoca oleajes en mi cuerpo con cada orgasmo que me invade y no los cuento, siento mi mente demasiado perdida para ello, abandonada al completo entre sus brazos, engrilletada a los hierros de la cama y dulce tortura de sus caderas que me golpean con fuerza, con una fuerza cada vez más intensa, cada vez mayor por la excitación que le invade por dentro a sabiendas de que tiene encadenado al súcubo, que posee al completo a la mujer y el demonio del sexo y los siente abandonados bajo su cuerpo, engrilletados al hierro y desamparados bajo las embestidas de sus caderas...

Un grito sale de mi garganta, grito fuerte tras un orgasmo que me deja rota, demasiada intensidad en la descarga del placer de mi cuerpo cuando siento que mi cuerpo no deja de temblar y el suyo tiembla con el mío, la tensión en sus músculos que palpitan mientras permanece inmóvil sobre mí, sólo pequeños movimientos, y tiemblo, sigo temblando y no puedo parar de hacerlo, ojos cerrados y el cuerpo encogido, pero tiemblo y de repente la paz absoluta y mis ojos se abren de nuevo con una sonrisa que me invade por dentro mientras siento de nuevo un beso en los labios y una caricia en mi pelo, manos que se deslizan y sueltan mi cuerpo atado a la cama, observando la sonrisa de sus ojos, y ya libre, acaricio su espalda de nuevo, mis dedos vuelven a escribir en élfico sobre su piel desnuda, brillante por el sudor, con su cabeza sobre mi pecho, caricias en mi cintura y no puedo dejar de escribir como si fuera un elfo... hasta que me abandono de nuevo al sueño bajo las caricias de su cuerpo...