sábado, 27 de julio de 2013

Mirada lasciva

Hacía tiempo que no nos veíamos y era como si volviera a tener quince años de nuevo, el nerviosismo en el cuerpo, las palabras atascadas en la garganta, todas esas cosas que había pensado decir, esas conversaciones planificadas en mi mente, se esfumaron todas, se esfumaron con las palabras que no pronunciaba, largos silencios que se volvían incómodos, la mirada cargada de brillo y la sonrisa permanente....

Delante de mí él, mirándome fijamente, con su sonrisa de medio lado, sus preguntas de conversación de desconocidos y de repente, sin pensarlo, sin ser capaz de frenar las palabras que salían de mi garganta, allí, en aquella terraza, rodeados de gente, cargada de inocencia sembré la magia del súcubo que desplega las alas en mi ser al decirle:

- Y a tí, ¿qué es lo qué más te gusta de mí?

Mi rostro era el de un ángel pero la sonrisa pícara de diablilla rezumaba en mi cara jamás colorada, observándole fijamente mientras me sentía estúpida por haber formulado una pregunta tan infantil. Él me miraba fijamente, sin expresión, unos segundos que me parecieron eternos, hasta que sus labios se movieron.

 - ¿De verdad quieres saberlo?

 - Sí 

 - Tu mirada mientras me la chupas

De repente, mis ojos se abrieron como platos, noté el ardor de mi entrepierna subir por mis mejillas, el ardor de la lascivia que me quemaba por dentro, y el fuego emanaba en mi mirada al recordar esos momentos entre nosotros, mas no podía reaccionar, con la boca entreabierta, los labios separados... 

 - Esa, esa es la mirada que pones, y esos labios, son los mismos con los que te acercas para comérmela. 

Sin pensarlo, me levanté de la silla, arrojé un billete de cinco euros sobre la mesa, tomé su mano y tomé su mano, tirando de ella para que me siguiera, caminaba delante de él, subida sobre mis tacones de aguja y no necesitaba mirar para saber que observaba mi culo al caminar, marcado por una falda de tubo muy ajustada, hasta la altura de medio muslo, dejando al descubierto mis piernas. Ni siquiera preguntó dónde íbamos, no pronunció palabra, tan sólo una sonrisa en sus labios cuando vió que mi mano empujaba la puerta del baño de mujeres.

Le empujé contra la pared y besé sus labios mientras desabrochaba el botón de sus pantalones. Me deslicé hasta quedar de cuclillas frente a él y sin dejar de mirarle a los ojos, bajé sus pantalones y sus calzoncillos, dejando su pene indefenso frente a mí, justo a la altura de mi cara, de nuevo, en la suya se dibujó una sonrisa de medio lado mientras mis dedos acariciaban sus testículos, mas esa sonrisa se borró en cuantos mi lengua rozó su prepucio con una lametada juguetona, seguida de mis labios mordisqueados por los dientes y de nuevo mi lengua recorriendo su pene. Me miraba fijamente y yo a él mientras mi lengua recorría su pene entero, desde el prepucio hasta sus huevos, jugando con ellos, dejando que mis labios los engulleran enteros, hacíéndolos desaparecer mientras mi lengua jugaba con ellos y mis dedos, que agarraban con fuerza su pene, lo acariciaban, con dulzura, con firmeza, con fiereza, igual que mi boca cuando introducía su prepucio dentro, caricias de los labios y mi lengua haciendo círculos en su prepucio, caricias de mis dedos... consecución de una cosa, de otra... y su mirada que no podía más y miraba al techo mientras jadeaba. 

Yo no pensaba parar, me excitaba esa escena, la imposibilidad de mantenerme la mirada, su jadeos entremezclados con los gemidos, la posibilidad de que alguien entrara y nos viera allí, saber que se veía en el espejo, poseído por mí, por mi boca, por mi mirada lasciva... y el juego de mis labios continuaba recorriendo su pene, húmedo por la saliva de mi boca, la lengua jugando con su prepucio cuando desaparecía, cuando mis manos acariciaban su pene y mi boca permanecía abierta, con la lengua fuera, propiciando un sinfín de lametadas a su prepucio. Hizo un amago de apartarme con su rostro desencajado y volví a mirarle a los ojos, más permanecí inmóvil, mi mano masturbando su pene, mi boca abierta y la lengua chupándolo, la mirada clavada en él con un gesto de aprobación y la sonrisa en los labios cuando estalló de placer mirando al techo y su semen se estrellaba contra las pareces de mi boca, salpicando la comisura de los labios y él ahí, totalmente indefenso, observando la lascivia de mi mirada mientras en sus labios había una media sonrisa mordida por sus blancos dientes... 

Ardía de excitación entre mis piernas, húmeda, muy húmeda al disfrutar del placer de sentirle satisfecho, terriblemente excitado con el juego de mi lengua relamiendo el semen que salpicaba la comisura de mis labios.....