viernes, 25 de octubre de 2013

Amante despiadada




Acaricié su piel, con suavidad, con la ternura en la mirada, dejé que mis manos la rozaran con suavidad, con cariño, disfrutando de su compañía, perdiéndome en ese abrazo eterno que quema por dentro. 

Sus brazos rodeaban mi ser, me acogía en su seno, invadiéndome por dentro, haciendo que temblase hasta el último músculo de este cuerpo, el pavor en la mente, inmóvil, inerte, dejándome llevar, estábamos a solas y yo, sumisa, subyugada cuan esclava de su voluntad.

Vistió mi cuerpo con sus caricias y me dejé llevar, cerré los ojos y con cadenas manejó mi voluntad, no había espacio para la rebeldía, ni siquiera las ganas de revelarme a esas ataduras, era suya, muñeca dócil en sus manos, juguete de su voluntad. 

Me desvistió por completo, dejándome desnuda, indefensa, rozó mis labios, como si de una boca amiga se tratase, y sin compasión, me golpeó, dejando compungido cualquier síntoma de rebeldía en mi, una y otra vez, hasta someter por completo la indomabilidad que siempre había resurgido en mí, cuando los juegos del dominio me llevaban a ser sumisa, para acabar siendo la dómina implaclable.

Penetró hasta el fondo de mi ser, vibraba, y sentía ganas de gritar, mas se ahogaban esos gritos en mi garganta, incapaz de pronunciar palabra, totalmente sometida, temblando con sus movimientos, con cada caricia que me procesaba, cada golpe que me hacía enardecer y sentía la profundidad de sus besos, la dulzura con la que me atrapaba, asediando mi cuerpo, conquistando mi mente, era toda suya, había logrado enamorarme, me tenía totalmente atrapada.... 

Cuando quise darme cuenta, era demasiado tarde, había caído en su juego, había saltado sin red, abriéndole mi alma, entregando lo mejor de mí, mi alma, mi corazón, al dulce veneno de sus besos y caricias, entonces, le dije que la amaba, a esa amante despiadada, para ver si ella también se marchaba, pero permaneció alli, a mi lado, acariciando mi pelo, continuando con el sometimiento de mi cuerpo, me regaló una rosa y entonces descubrí que la tristeza era la única amante que no me abandonaba... 

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