domingo, 26 de febrero de 2012

Golpes del deseo

Me desperté y con las legañas aún en los ojos, visité el baño como un autómata, mirando mi reflejo en el espejo del baño, como si fuese una desconocida la del reflejo, esa chica de cabellos rojos, ataviada con una camiseta verde, ajustada a su esbelta figura, dejando los hombros al descubierto, definiendo aún más sus brazos de músculos marcados, bajo la cintura, tan sólo unos pantalones naranjas, dejando entrever la mitad de su redondeado culo.

Sin quitar las legañas de los ojos, me encaminé hacia la cocina, preparando un café con presura cuando la necesidad de despertar apuraba en el reloj, y aún sin ser persona, tomé con pasmosa calma el primer sorbo de ese café y me encaminé con la taza hacia la habitación, dejándolo sobre la mesilla, para tomarlo a sorbos mientras vestía mi cuerpo para ir a trabajar, sin ganas, pero sin remedio.

Comprobé el móvil mientras encendía un cigarrillo, tan sólo unos cuantos correos comerciales, nada sustancial que hiciera exaltar mi cuerpo, metí el móvil en el bolsillo de la cazadora, cogí el tabaco y las llaves del coche y salí por la puerta de casa, una ráfaga de aire fresco que me hizo despertar al instante y apresurarme en llegar al trabajo, con el frío en el cuerpo….

Al llegar, volví a mirar el móvil antes de posarlo sobre la mesa de la oficina para cambiarme de ropa, sentía como si me faltara algo mientras las prendas caían sobre una silla y otras más desgarradas vestían mi piel de nuevo, con el apremio de la hora tardía y el frío, pensamientos lentos en la cabeza cuando ni siquiera era consciente de los pensamientos agolpados en la sien, pero añoraba algo, sin saber describir el que…

Bajé las escaleras de la oficina y, justo en el último peldaño, cogí el móvil del bolsillo con intenciones de escribir un mensaje, más el arrepentimiento se apoderó de mí en el último momento y no lo hice, volví a depositar el móvil en el bolsillo, reprimí los deseos y me encaminé a mi puesto de trabajo, pensativa la jornada laboral, agradecimiento al afanamiento que no permitía que mis dedos tecleasen deseos y le dieran a la tecla de enviar.

Eran las diez de la mañana, el sol brillaba con fuerza, canícula insólita en invierno y me senté sobre una pequeña tapia de hormigón, observando los animales recién alimentados, saltando en su espacio, pequeñas criaturas que juegan frente a mí, y un gato, a penas salvaje hace unos meses, que se acerca a mí reclamando caricias a base de maullidos, reclamando unas manos que jueguen con él mientras clava sus uñas en mis pantalones, señuelo de provocación para mis manos que se deslizan sobre su lomo, con la mente ajena a lo que me rodea… No puedo apartar su mirada de mi mente, la imagen de sus hombros musculados me golpea una y otra vez los deseos y me siento cuitada, me golpea el deseo una y otra vez por dentro, pero siento que es mejor el silencio, y en él me pierdo.

Llego a casa y preparo otro café con leche, esta vez lo tomo con más calma aún, sentada en mi sillón de cuero, frente al ordenador, una tregua al azogue que vive mi cuerpo en los últimos tiempos mientras ordeno papeleos y trámites administrativos, y los deseos que golpean una y otra vez, imposible mantener la concentración y me encamino a la ducha, necesito sosiego.

Observo caer las prendas al suelo con delicadeza, sin prisa, enciendo los grifos del agua caliente y me planto delante del espejo, sólo con unas braguitas puestas que resbalan por mis muslos, quedando atrapadas entre mis tobillos, pisoteadas antes de sumergirme en otro mundo.

Chorros de agua caliente que envilecen mi cuerpo mientras los músculos se distienden y mi cabeza vuela con el vaho que inunda el pequeño baño, vuela con las manos que acarician mi piel, vuela con los pensamientos cuando arden igual que el agua que recorre mi piel, completamente desnuda, ojos cerrados bajo el agua mientras las manos que acarician la piel resbalan con los axiomas del deseo.

Mutismo de unos labios que no son capaces de revelar sus más ígneos deseos cuando hoy debía ser prisionera bajo su cuerpo, pusilánime frente al súcubo que llevo dentro, solitaria en la ducha, chamuscada por los deseos de sentir su piel, ese olor que hace estremecer hasta las entrañas de mi ser cuando sus manos aferran mi pelo y vuelve a mí, regresa entre los recuerdos el olor de su piel después del sexo, caos al raciocinio cuando ya no soy yo, ya no controlo mi cuerpo, ni la humedad que escurre entre mis piernas…

Me pueden los deseos, se hace insoportable la realidad en el anhelo y siento mis gritos por dentro cuando muero en la hoguera de los sentimientos y la distancia se me hace eterna, súcubo de alas rotas que no vuela a su paraíso infernal.

Agua que resbala por este pequeño cuerpo, de alas mojadas que ya no vuela si no en sus pensamientos, deseando que aún con las gotas de agua escurriendo sobre su cuerpo, sus manos se aferren a mi cuello y me tumbe sobre la cama, con la violencia de los deseos por poseer mi cuerpo, más que sentir el miedo ante la violencia, una oleada de envalentonamiento invade mi cuerpo en exceso, con la excitación exaltada y la mirada fija, desafiante y provocadora, invitando a que sus manos separen mis piernas y su lengua se pierda entre mis muslos, jugando con ellos como si fuese un suplicio para mi cuerpo, sabedor del inevitable final, consciente de la tortura, rebuscando el roce de su lengua en el clítoris, que se ofrece, escondido, rojo como una fresa, deseoso de pasión desenfrenada. Un suave mordisco en los labios de mi vagina y un gemido al sentir el roce, caderas que se revuelven, buscando una penetración más que deseada, y su lengua que sigue jugando, dulce martirio mientras una mano aferra mi cara, manteniendo la mirada en él y un dedo que resbala mi mejilla, perdiéndose en mis labios a la vez que sus caderas se ponen a la altura de las mías y su polla se pierde entre mis piernas, un gemido brota de mi garganta y la fustigación de los deseos hace revolotear mis caderas buscando más placer en cada movimiento mientras su mano agarra mi cuello, intentando dominar la pasión salvaje que desata la bestia del súcubo que llevo dentro.

Me revuelvo como fiera desatada sobre las sábanas y aferrando sus muñecas me coloco sobre su cuerpo, cabalgando cuan amazonas, dando paso al galope desenfrenado, sintiendo el roce de su pene en mis labios, sintiendo el roce de su polla en mi clítoris en cada penetración y los jadeos resultan suspiros, cerca de su oído mientras agarra con fuerza mi pelo y los gemidos brotan de mi garganta cuando me embiste con fuerza y la humedad de la calentura que hay bajo mi cintura brota por los muslos, resbaladizos, dulzura de las mieles de mis entrañas que revelan el secreto de la excitación descontrolada.

El rostro desencajado por el placer, escondido en su cuello, percibiendo el olor de su piel que tanto me excita en el sexo y otro tirón en mi pelo mientras la otra mano busca hacerme gritar de placer extremo, jugando en mi culo, buscando saciar todas las vías de deseo, y un gruñido feroz en mi garganta cuando sus dedos penetran mi culo y soy domina descontrolada sentada sobre su cuerpo, jugando con su pene y su dedo en cada movimiento, sobre su polla completamente dentro, una mano que me aprieta el pecho y me muevo extenuada por el placer que me corrompe por dentro, ya no soy yo, yo ya no tengo un ápice de control sobre mi cuerpo cuando cada desliz es en busca de un placer aún mayor, mordiendo el labio inferior para no gritar, los ojos fuera de sus órbitas y el roce de su polla, dentro, me hace estremecerme y encogerme del placer, erguida, sobre su cuerpo tumbado sobre la cama, temblando de placer mientras me dice que le gusta verme así y tiemblo, tiemblo y los escalofríos se apoderan de mi, como latigazos de corriente, mientras me corro, con la respiración entrecortada, y en el placer de verme en ese placer descontrolado, sintiendo como se cierran todos los agujeros de mi cuerpo ante el tormento de placer que me sacude por dentro, no puede evitar que su semen estalle contra mi coño, mezclándose con los flujos que manan de mi interior y ahora tan sólo los despojos de dos cuerpos, inmóviles, intentando recuperar la respiración, con una sonrisa en los labios y pequeños temblores que aún sacuden la carne….