miércoles, 21 de julio de 2010

Pequeña, te contaré mi historia....



No entiendo de calendarios ni de fechas, pero los expertos calculan que nací aproximadamente a mediados de julio, realmente, no recuerdo la fecha exacta pero era verano, hacía calor y mi madre me dejó amamantarme de su pecho mientras me protegía en un lugar escondido, estaba allí tumbada mientras yo, con los ojos cerrados rebuscaba su pezón para engancharme a él con las fauces del hambre en el estómago...

Pasó poco tiempo y nos descubrieron, arrancando mi pequeño cuerpo atigrado, de color canela del borde de esa madre protectora que limpiaba mi piel a lametadas... usaron mi cuerpo para su entretenimiento y cuando descubrieron que tosía, que mi intestino era un nido de lombrices y mis ojos permanecían cerrados por la infección que provocaba mis legañas, me dejaron abandonado en medio de una carretera, desvalido, indefenso... no sabía que hacer, me sentía sólo, las lágrimas afloraban en mis ojos mas no podían salir al exterior, no veía nada por las legañas que me cegaban los ojos aún medio cerrados por mi pronta edad, llamaba a mama pero no venía...

Estaba sólo, triste, indefenso ante el mundo que me rodeaba... me dolía la tripa y tenía hambre, pero era mayor el miedo que me paralizaba, aquel ruido desconocido que retumbaba en mi pequeña cabecita, ciego, sin ver el peligro que se me aproximaba... ¿dónde estaba? ¿qué era aquel ruido? ¿dónde estaba mi madre?

De repente, un ruido chirriante me dejó sordo, paralizado con el calor de la brea quemando mis pequeñas patitas, las uñas aferradas al suelo, ante mí, mi corta vida... pero aquel ruido cesó y tras un portazo escuché una voz quebrada mientras me tomaba en brazos y me acariciaba... ¿qué me iba a hacer aquella mujer? mi cuerpo se convulsionó con un estornudo mientras ella me pegaba a su pecho, acariciándome... sentía el dolor en mi pequeño cuerpo, agazapado en su pecho cuando de repente sentí sus caricias cálidas... a ella no le importaba mi suciedad, ni mi enfermedad... por primera vez, volví a sentir el cariño en mi piel peluda después de que me hubieran arrancado de las fauces de mi madre...

Me separó de su pecho y volví a sentir el miedo del abandono, pero no era así, me había posado sobre una tela suave, de terciopelo, peluda como yo... y sentí nauseas con el movimiento, no sabía donde estaba, estaba aturdido, mi futuro era incierto... más cuando cesó el sonido de la música y volví a sentir un portazo, sus manos me tomaron de nuevo contra su pecho y su voz sonaba nerviosa, no sabía como ayudarme... de repente, unas gotas de leche templada rozaron mi hocico, pan empapado en leche para saciar mi hambre... mas no era la leche de mama, estaba sólo... sentía miedo de tomar ese alimento, pero sus caricias y la voz templada me hicieron ver que ella no era un demonio, que sólo quería cuidar mi pequeño e indefenso cuerpo así que me decidí a asomar mi pequeña lengua y absorver la leche y las migas de pan... pero era demasiado pequeño y aquello no me sentó muy bien, mientras ella me había abandonado de nuevo, en soledad, con miedo sobre aquellos trapos viejos, mi cuerpo se convulsionó y vomité el alimento... no era la leche de mama...

Aquellas manos volvieron a arrancarme del suelo y con mucho cariño, aplicó agua templada con olor a manzanilla sobre mis ojos, limpiando las legañas que no me dejaban mantenerlos abiertos... por fín ví su rostro dulce, sonriente ante mi, esa expresión de ternura y cariño en sus ojos, cargados de preocupación ante las convulsiones de mi cuerpo... temblaba de miedo mientras ella me limpiaba, no era una limpieza como la de mama, como la que te hago yo a tí, pero procesaba el mismo cariño...

Sentí que su rostro cambiaba de expresión cuando me dejó en el suelo, invetigando aquel lugar nuevo, cuando un retorcijón invadió mi tripa y con esfuerzo conseguí expulsar aquella maraña de lombrices que me llenaba por dentro... era doloroso, pero su mano calmaba mi cuerpo y de repente, escuché de nuevo aquel portazo, la tela suave y peluda alrededor de mi cuerpo, asustado... y un portazo de nuevo, manos de plástico rodeando mi cuerpo y expresión turbada en los rostros al observarme... aquellos chicos que me miraban hablaban con mi salvadora, examinaban mi cuerpo y me clavaron agujas para sacarme sangre, una inyección que me dolió por dentro, la miré llorando y vi el sufrimiento en sus ojos... no me lo podía creer, compartía mi sufrimiento...

Tras un largo rato en el que me sentí como un bicho raro, todos mirando mi cuerpo, me volvió a tomar en brazos, caricias calmadas en mi cuerpo y un beso... en su mano, una bolsa y tras abandonar aquel lugar, sus manos me resultaron un aliento cuando me dijo "no les hagas caso, tu no te vas a morir, ahora tienes una madre que te va a cuidar..." y me acomodó en los asientos de terciopelo de nuevo, llevándome a su hogar, donde me hizo una pequeña cama de trapos viejos y mientras me acomodaba en ella, ruidos en la cocina... De repente, apareció ante mí con un biberón... leche se observaba entre mi vista nublada... quería tomarla, tenía hambre... ¿cómo funcionaba aquello? me costó aprender, pero su paciencia infinita me llenó de alimento y me sentí bien, tan bien que me dormí sobre su cuerpo...

Fué pasando el tiempo y mama me cuidaba día a día, caricias y mimos mientras observaba como iba creciendo... era increíble como se reía cuando me recostaba en la cama, a su lado, para dormir con ella... como me reía cuando en medio de la noche interrumpía su sueño con mis juegos... pero jamás me pegó, jamás uso la violencia del abandono y el rechazo... incluso me daba de su comida con una cucharilla... algún día deberías probar sus flanes caseros... dulces... me sentía muy feliz cuando la observaba comérselo con ojos suplicantes y me tomaba en brazos, dejando de comer para darme lo que quedaba...

Caminaba detrás de ella a todas partes, perdí el miedo al agua de observarla bajo ella, allí, sentado en el borde de la ducha... jamás me he perdido sus sesiones de maquillaje, increíble el despliegue de botes que realiza en el baño y la paciencia con la que se los aplica, sofisticación de mujer y ternura de madre cuando tiro algo y me acaricia... sabe que lo hago por llamar su atención, para que sepa que la estoy mirando.... y cuando cocina... me encanta sentarme a su lado y observar, recibir el olor de sus guisos... jamás los toco, sólo huelo, y de vez en cuando, me da algo de premio...

Viví mucho tiempo con ella, los dos sólos, sus mimos y sus cuidados me han echo feliz, el cariño que me da ha suplido al infierno del abandono en aquella carretera cuando no era más que un felino indefenso, demasiado pequeño... condenado a la muerte si no son sus manos las que me levantan del suelo...

Los celos me invadían cuando alguien la abraza, cuando alguien intenta robarme sus besos... sé que es injusto pero siento miedo, no quiero que la convenzcan para que me abandone de nuevo... no quiero dejar de dormir abrazado a su pierna, recostarme en el sofá sobre su pecho mientras me acaricia con paciencia, despertarla en las mañanas lamiendo su cuello, no quiero que deje de tirarme las pelotas cuando juego... y esas visitas que me miran con miedo, a veces han echo que me separe de ella en otra estancia, que sienta las palabras fuertes de su garganta y no me gusta su enfado, acabo en la habitación de al lado llorando, suplicando su perdón, pero ¿sabes una cosa pequeña? siempre viene y me regala caricias de nuevo y sé que aunque le digan que soy malo, ella jamás me hará daño...

Su preocupación hizo que sintiera miedo de mí, más yo jamás le haría daño... sólo sentía miedo al abandono por los celos... la gente le decía que yo era malo y lo único que intentaba era jugar, llamar la atención de ellos... y apareciste tu, provocando aún más celos en el primer momento... te hiciste la dueña de la comida, de la cama y de sus brazos... pero con su paciencia infinita me hizo comprender que eras mi nueva compañera de juegos y que jamás perdería sus besos... así que aquí estamos pequeña, tumbados en la cama jugando entre caricias y mordiscos, entre peleas y sus besos... dos gatos felices rescatados de un infierno, tú, con tu piel negra y tus ojos verdes, pequeño cuerpo que cuido en todo momento, yo, un pequeño tigre de ojos color miel, grande cola que persigues en tus juegos... y mama, que nos hace felices en todo momento, que fué capaz de rescatarnos de la calle para ofrecernos un cielo al lado de su cuerpo... con cuidados y mimos a estos dos cuerpos indefensos en el mundo.... esa es mi historia pequeña, un poco más dura que la tuya, pero con el mismo final feliz... el de una madre que nos cuida y nos protege ante las adversidades del viento.... y somos afortunados, siempre tenemos una caricia, la comida y los cuidados de ella, nunca nos deja sólos, nunca olvida que la paciencia es el mejor de los convencimientos para nuestros malos comportamientos.... y ahora pequeña, ¿vamos a darle las gracias con nuestro cariño mientras permanece tumbada en el sofá? sabes que siempre que nos acercamos con juegos y caricias sonríe....