sábado, 23 de octubre de 2010

Buscando a Venus


Despunta el sol al alba y estiro mi cuerpo sobre las sábanas, movimiento poético de músculos engarrotados cuando levanto el vuelo en el día, chándal de pantalón ajustado y deportivas ,en un trotar sin cesar con los primeros rayos de sol en la mañana, gotas de sudor escurriendo por el pecho apretado bajo el sujetador deportivo y, tras la música que suena en los cascos, un silbido, frases obscenas a mis oídos que ensucian la boca de aquel basto camionero.

Aún con los jadeos en la garganta cruzo el umbral del hogar, corazón acelerado, no pienso, sigue dormido el cerebro en lo temprano de la mañana y pongo la cafetera a fuego lento, el sudor aún en el cuerpo, camiseta que se pega a mi esbelta figura por la humedad salada, observo las curvas de mi deseo en el espejo y se deslizan las manos mientras se deshacen lentamente de las prendas, observo cada movimiento antes de entrar en la ducha, y, con la mirada triste, me compadezco. Agua cálida que se escurre por mi piel, caricias de espuma en el pelo, una toalla que se mueve presurosa al sentir el frío de la mañana, me miro a mí misma de nuevo e intento alzar el vuelo en este día, le recuerdo y los ojos tristes, de nuevo la compasión, me conciencio a mí misma de parecer feliz cuando despierto de mi aturdimiento con los aromas de Colombia que se cuecen a fuego lento.

Tomo un chándal limpio del armario y, con la gula del café en el cuerpo, visto mi piel desnuda, prendas que cubren los encantos del súcubo que llevo dentro, sorbos del café que dará energía a este día mientras mantengo ocioso el tiempo frente al ordenador, noticias del día, noticias de sabor amargo como el café, amargas como los sentimientos que me invaden por dentro, y le doy una calada al primero de los innumerables cigarrillos que me fumaré hoy, se apoderan de mí la rabia, la tristeza y la melancolía, y el gato acude presuroso a posarse sobre mis piernas, mimos en la soledad felina que buscan provocar mi sonrisa.

Observo la mugre a mi alrededor y siento que esto es más que desidia, indiferencia es lo que provoca la porquería que hay en mi vida, cuando no encuentro las fuerzas para escurrir ni una bayeta, y tengo que enfrentarme al día a día, cepillo mi pelo frente al espejo y disimulo las ojeras con maquillaje mientras la tristeza del negro viste mi cuerpo, ya ni siquiera me provoco a mí misma frente al espejo cuando me arreglo, no busco la belleza de la Venus que llevo dentro, yo, hija de los dioses, mortal, humana, demasiado visceral…

Viaje en tren a la jornada laboral que me abruma, observo a mi alrededor y me sumo en los pensamientos… no quiero pensar, no quiero llorar… Hurgo en el bolso y tropiezo con un libro, demasiados recuerdos en sus páginas cuando se me atraganta cada palabra y es inevitable el río que mana de mis ojos, intento detenerlo con un pañuelo, no hay presa que pare el desbordamiento.

Sonrisas fingidas durante el día y lágrimas a escondidas, encerrada en la soledad de los lúgubres baños, lágrimas de palabras desinteresadas que resquebrajan el alma, lágrimas que son como puñales en los sentimientos de este ángel caído del cielo, demasiado visceral….

Horas ociosas en el sofá con el estómago vacío, el hambre ya no es sentimiento de recibo en este cuerpo, ya ni seco las lágrimas que surcan mis ojos, aislada del mundo, perdida, demasiado dolorida y para esto no hay tiritas… de nuevo las pesadillas…

Ojos tristes que caminan por la calle y se detienen en los parques, belleza efímera de las lágrimas que surcan mis ojos cuando no aprecio la naturaleza que me rodea y me limito a escribir los versos más tristes, cuando ni siquiera soy capaz de regalar una sonrisa al desconocido que me regala una rosa, en el intento de borrar las lágrimas de los ojos rojos, hinchados… de nuevo un abismo entre mi espectro y yo…. Cuando la niña de las sonrisas solo es capaz de ofrecer muecas como regalo, muñeca rota de gesto torcido.

Y no me falta un brazo, no me falta la cabeza, mas me siento muñeca rota, resquebrajado el alma y un abismo, entre lo que soy yo, y la melancolía que me habita… ojos cansados y las preguntas a mí misma, reproches por la consternación que me hago mientras en medio de la desidia que cubre mi morada tomo unas pinzas y comienzo a perfilar las cejas, preguntas a mí misma mientras las tiras de cera me devuelven el cuerpo del súcubo, preguntas a mí misma mientras me aplico la mascarilla en el rostro….

No hay respuestas a las dudas, no hay concilio en el cerebro, pero completamente desnuda, en mi alcoba, observo mis manos y estiro los brazos, incapaz de alzar el vuelo, bofetada sonora en mi rostro ¿por qué no me quiero? ¿Por que llorar por besos de cobardía? Si soy princesa de un cuento, he de buscar un noble caballero….

Me dejo llevar, no pienso y no busco el entendimiento mientras hurgo en los cajones y tomo un tanga de encaje, mientras me las pongo sentada en la cama, con esmero y movimientos lentos, hago lo mismo con un sujetador negro, lencería a juego que remato con un liguero, medias de red a juego en mis piernas, franja de encaje que corona mis muslos y con tacón de aguja me miro en el espejo, me he recreado poniéndomelo, mas ahora la visión me resulta excitante, vuelvo a ver la Venus de mi cuerpo y comienza a sonar la orquesta en mi cabeza cuando abro el armario y saco un largo vestido negro que marca todas las curvas del súcubo de fuego, imagen divina de mí misma cuando los pinceles de colores se postran frente al espejo y, el pelo, en un medio moño que se remata con ondas grandes, carmín rojo en los labios y me observo de nuevo en el espejo, de lejos, con los tacones puestos y una sonrisa en los labios al observar mi figura atractiva, ese vestido que llega hasta los gemelos, sin escote y de una provocación infinita a la imaginación de quien quiera ver debajo, mujer de fuego.

Sonrisa desatada y me siento sobre la encimera de la cocina, ahora no me veo, mas no lo necesito, me lo imagino, mirada perdida provocando a la soledad, que me abrace, no la tengo miedo… abro los brazos y ahora sí, si levanto el vuelo… sentada sobre la encimera, con mirada de deseo y las piernas abiertas, mientras suelto los lazos del tanga negro, lencería divina que cae al suelo y tan sólo la yema de un dedo, capaz de parar el mundo entre el liguero…. Y de nuevo los jadeos, el corazón acelerado en el pecho y los ojos cerrados, perdida de nuevo… perdida en el universo de los placeres de mi cuerpo bajo el vestido negro que levanto para observar las puntillas mientras sobre la encimera juego con la yema del dedo, primero un poquito, luego un poco más….