viernes, 13 de septiembre de 2013

El morir del miedo



Inseguridades de mí misma cuando me sentía triste sin motivo, lágrimas que ruedan por mis mejillas al notar el miedo correr por mis venas, las alas pegadas al cuerpo, las plumas mojadas y me empequeñezco, incapaz de alzar el vuelo, agazapada en un rincón, suspiros y el silencio, lágrimas que cortan la piel como el hielo y el dolor, ese dolor que se clava en el pecho y te acongoja, te hace sentir aún más pequeña, más encogida con cada punzada que se clava en el pecho... ese miedo que parte el alma en pedazos y mis manos intentando recogerlos, no los encuentro, no los veo, tengo los ojos abnegados en el llanto en que me pierdo, el rímel resbalando por mi rostro y lloro, lloro en silencio, pequeña en la inmensidad del suelo que evita que caiga más profundo. 

Siento una mirada de compasión, un abrazo que no rompe el silencio y me dejo caer en sus brazos, agazapada en el suelo, con mi cabeza hundida en su pecho, lloro, lloro sin decir palabra, lloro en un lamento sinsentido, fruto de la sinrazón, de los pensamientos más ilógicos y me siento morir por dentro.... Me mira con pena, sin saber qué hacer, sin saber como calmar este ilógico sufrimiento y permanece ahí, en silencio, acariciando mi pelo con una mano, la otra, secando las lágrimas de mis mejillas. Pierdo la noción del tiempo, pierdo la noción del mundo, y hasta de mi existencia, hasta que su mano levanta mi rostro, me mira a los ojos y obligando a mi mirada a permanecer frente a la suya me dice: "yo te quiero". Besa mis labios con suavidad y me abraza fuerte, como si en ese abrazo quisiera dejar que fluyeran los sentimientos, un abrazo que me llena por dentro, reconfortando los pedazos que rugen en mi interior como un sonajero....

No sé cuanto duro ese abrazo, no sé cuanto tiempo permanecí perdida entre sus brazos, absorbiéndo cada átomo del olor de su piel, guardándolo en lo más profundo de mi memoria para recordarlo en su ausencia, recorrí cada centímetro de su cuello con mi nariz, rozando su piel con mis labios, lenta y suavemente, me detuve exhalanado mi aliento en su oído y no pude evitar mordisquear su oreja, con delicadeza, con suavidad.... Volvió su rostro y besó mis labios de nuevo, cerré los ojos y me dejé llevar, sus labios resbalaban por mi barbilla, recorriéndome con pequeños besos, deteniéndose en mi cuello, con pequeños mordiscos y juegos de su lengua que hicieron que de mi garganta se escapara un jadeo, respiración entrecortada, justo en su oído.

Se levantó lentamente y tomó mi mano, tirando de mí para levantarme del suelo, me colocó delante de él y abrazando mi cintura, me guió por el pasillo hasta el dormitorio, no hizo falta de seña alguna para que supiera que quería que me tumbase sobre la cama y obedecí sumisa, abrazó mi cuerpo y me besó con mucha dulzura. De la mesilla de noche tomó un antifaz y cubrió mis ojos con él, a pesar de no poder ver nada, cerré los ojos y me dejé llevar, la excitación de no saber que me depara en cada momento, ese abandono y sumisión a su antojo, podría hacer conmigo lo que quisiera, no iba a decirle que no a nada, hoy no.

Sus labios comenzaron a recorrer mi cuerpo, comenzando por el cuello y bajando por mi pecho, en el camino, se deshizo del sujetador que tapaba mis pechos y se entretuvo conversando con mis pezones, una conversación que mi garganta seguía con jadeos, al sentir sus labios jugando con mis pezones, mordisqueándolos con delicadeza, besos que bajaban por mi cintura y jugaban con mis muslos, recorriendo mis piernas y volviendo a mi vientre. Sus dedos jugaban lentamente con el tanga, rozando suavemente mi clítoris con él, una precisión en los movimientos que me excitaba enormemente, que me hacía suspirar, jadear y gemir al mismo tiempo, allí, sumisa, abandonada al antojo de sus deseos con los ojos cubiertos. Placer de caricias y besos, dulzura vainilla que reavivaba mi cuerpo y me hacía desplegar las alas de nuevo, recomponiendo los pedazos con cada beso y la suavidad de sus manos erizando el vello.

Me quitó el tanga negro y una vez estaba completamente desnuda, aún con los ojos cubiertos, sentí su aliento entre mis piernas, no me había rozado, mas podía sentir su respiración ahí cerca y sus uñas recorrieron mi espalda mientras su lengua rozaba mi sexo, húmedo, humedeciéndose aún más mientras jugaba con él, gemidos de mi garganta y mis dedos agarrando las sábanas, como si quisiera arrancarlas.... entonces trepó sobre mi cuerpo, sentado a orcajadas sobre mi pecho, jugando con su pene en mi boca, me lo daba y me lo quitaba en ese juego, mi boca abierta, mi lengua en su busca, como un niño que busca la piñata de cumpleaños, no podía ver nada, pero sentía sus jadeos cuando mi lengua rozaba su pene, cuando se abandonaba al placer de dejar que lo recorriera con mis labios una y otra vez, y volvía a quitármelo, y volvía de nuevo a dejar que se perdiera en mis labios, estaba muy excitado y una bofetada en mi cara hizo que rugiera la fiera que llevo dentro.

A tientas empujé su cuerpo sobre la cama y me subí sobre él, con su pene colocado entre mis piernas, jugando con mis caderas sin dejar que entrara dentro, mi lengua recorriendo su cuello, mis dientes mordisqueando su oreja y con las caderas empujaba, intentando penetrarme, aún no veía nada, no lo necesitaba, conozco ese cuerpo de memoria, donde está situado cada músculo, cada poro de su piel... Ahora era yo quien jugaba, aún sumisa a su antojo, le tenía sumiso al mío y cuando no lo esperaba, mis caderas bajaron, dejándolo completamente dentro, moviéndose despacio, sentada sobre él, húmeda, cada vez más húmeda con la lentitud y profundidad de mis movimientos erguida sobre él, no le veía, pero me estaba observando, disfrutando del placer de verme gemir, sentada sobre él, balanceando mis caderas sosegadamente y en ese sosiego, un gemido fuerte de las entrañas, mi cuerpo que se encoge y tiembla, se pierde en los espasmos sin respiración y cae rendido sobre él con una sonrisa en los labios; abrazó mi cuerpo acarició mi pelo y con un beso llenó aún más de color esa sonrisa, disipando cualquier fantasma que pudiera haber quedado perdido por ahí dentro.

Movió sus caderas y ahí comencé a moverme con un ritmo frenético, un azote que me excitó aún más y seguí, continué con el movimiento, dejando mi mano en el aire para abofetear donde adivinaba que estaba su cara, golpe certero cuando de su garganta se escapó un gemido y sentí su pene más duro aún rozando mi vagina, se deshizo de mi antifaz sin que parara de moverme, sus uñas en mi espalda de nuevo, gemidos que se convertían en gritos cuando me asolaban los orgasmos como huracanes devastadores y no podía parar de moverme, no podía parar de mover mis caderas hasta que el número de orgasmos que azotaba mi cuerpo era ya tal que la sensibilidad se hacía insoportable y dejé caer mi pecho sobre el suyo, una sonrisa en los labios y de nuevo un beso, y el rodar sobre las sábanas para quedar prisionera bajo su cuerpo, el movimiento de sus caderas destrozando mi garganta entre gemidos y gritos, una torta en la cara y se me encoge hasta el vientre con la oleada de placer que me provoca esa dominación, un no te corras y me voy de nuevo, y mis uñas en su espalda, haciendo convulsionar su cuerpo, rostros desencajados y esas descargas que te hacen subir y bajar del cielo al infierno y volver de nuevo....

Y así permanecimos, rodando sobre las sábanas hasta perder la consciencia, hasta no saber si estábamos en el cielo o en el infierno, hasta caer rendidos los cuerpos, con la piel sudada, oliendo a sexo, abrazados el uno al otro, con sus dedos enredados en mi pelo, la sonrisa dibujada en el rostro pero aún más grande en la mirada, un mar de palabras que se escapaba del brillo de los ojos y en mi cabeza unas palabras que hacían eco "mi niña, mi amor", palabras que alimentaban la pequeñez de mi cuerpo, ya no cabía dentro de mí misma, mucho menos los fantasmas que estrangulaban mis pensamientos y me abandoné a la dulzura del sueño, con la cabeza sobre sus pecho y sin ningún miedo....