sábado, 20 de noviembre de 2010

Amasijo de carne y hueso



Burbujas de un mundo paralelo en la precariedad del ser que llevo dentro, sólo un amasijo de carne y hueso enroscado en el sofá, silencio, cervezas y porros que me llevan a evadirme en la nada, deshabito un mundo habitado, viaje astral a la nostalgia de los recuerdos en lo grato de los momentos.

Silencio roto por la guitarra desgarradora de un planeta de cristal, planeta roto que veo a través de los oídos cuando penetra en mí la danza de los sonidos de Satriani y en lo poco que queda de esa mujer fatal desmonto la melodía componiendo con los pedazos una coreografía, la mía, la de mi mundo roto, esa sensual danza de mi cuerpo sobre una silla de cuero negra, como las ropas de látex que visten mi cuerpo mientras imagino cada uno de los movimientos de ese striptease imaginario que hace años hubiera deleitado algún público, ahora sólo en mi cerebro, sensualidad de los altos tacones de aguja que ya provocan sin moverlos y veo mi cuerpo sobre el suelo, alzando las piernas al alto, agujas de un reloj que marcan casi las tres menos cuarto y se mueven con descaro, coquetería de una mirada que provoca mis pensamientos, y hablo conmigo misma

- Deja de hacer el gilipollas niña, mueve de una vez tu cuerpo y haz lo que tanto te gusta, provoca aunque sea al espejo con tus movimientos

Voz que suena como un guantazo a la soberbia que llevo dentro, guantazo que me espabila en la borrachera que mantiene moribundo cada músculo, acongojados en un amasijo de carne y hueso frente al sofá. Bofetadas del cerebro cuando arrugo el gesto y casi como un espectro, me dirijo hacia el dormitorio, timidez que cae al suelo con la ropa que viste mi cuerpo y, como si de un ritual se tratase, rebusco entre los cajones sacando de ellos con mimo, como si de mi piel se tratase, un pequeño conjunto de lencería negro, vistiendo mi cuerpo frente al espejo con absoluta perfección, cada tira del tanga simétricamente colocada, larga bata negra con transparencias, de mangas de campana y sólo un nudo al pecho, con el ombligo al descubierto, y las largas piernas que estilizan los tacones de veinte centímetros de aguja, enganchados con una tira sobre los dedos y una fina pulsera en el tobillo, imagen de mi cuerpo frente al espejo cuando apelo al descaro en el gesto, observando la larga melena que cae ondulada sobre los hombros, y me gusta lo que veo.

Suenan los primeros acordes de “Allways with me, allways with you” y me apoyo en la pared, mirada felina que observo tras los muebles de la cocina y cierro los ojos, dejo que la música fluya en mi cuerpo, dulzura de los movimientos cuando la dulzura de los sonidos invade el interior y recorre las venas, marcando cada movimiento de los brazos, que abrazan el cuerpo mientras me agacho con sensualidad al suelo, resbalando por la pared y los movimientos del pelo, intentando provocar el aliento de mí misma, caricias de una piel de melocotón, dedos que rozan unos labios mientras otros resbalan por la cintura, pasos firmes y seguros sobre el parquet del suelo por el cual deslizo el pecho al movimiento de las caderas, al son de una música suave, que evoca la dulzura de la fiera del súcubo que llevo dentro, pasos enlazados sin pensamientos, sólo la música, yo y mi cuerpo, cuando las ansias se apoderan del cerebro y la insolencia es lo único que invade mi cuerpo, sonando Symphony X en los altavoces contoneo el cuerpo dulcemente con el comienzo de “Paradise Lost” compaginando la dulzura y la fiera, desplegando los brazos con la larga bata negra agarrada, como si de un ángel del infierno se tratara, de rodillas en el suelo, con las manos aferradas en el pecho, dulce movimiento de caderas descarriadas, al ritmo desenfrenado del metal cuando se colocan las manos sobre el suelo y la sensualidad de la danza evoca la pornografía de los movimientos, levantando los tacones a la altura de la cabeza que no cesa de mover la larga melena, provocaciones a un paraíso perdido con la sensualidad de los movimientos, mirada felina y la provocación de la autoestima tras los muebles de la cocina al arrancar el nudo de la bata que deja el pecho al descubierto, movimiento de unos senos en la danza del cuerpo y la piel sudada por el exceso de movimiento, brillo de una piel, dulzura de unos movimientos y la fiereza de una mirada, dulce conjunto que se adereza con pianos y desgarradoras baterías en cada pierna que se estira sobre la silla, jugando con ella entre las piernas, deslizando la piel del cuero al suelo, candidez y desidia, presagios de lo que puede esconderse bajo la lencería cuando al arrancarla ángel y demonio bajo el mismo cuerpo.

Otra vez un amasijo de carne y hueso, esta vez en el suelo, esperando volver a desplegar las alas, mas esta vez, con la música de las manos que se aferren a su cabello…