jueves, 14 de octubre de 2010

Sin nada que celebrar


Silencio absoluto en la casa, silencio que se ve resquebrajado por unos tacones en el pasillo acompañados de unas risas en el pasillo y comienza la algarabía de maullidos de los gatos frente a la puerta esperando visita, comienzan las carreras de los pequeños dormilones en la alfombra por el pasillo, pero el tintineo de las llaves no es de recibo en la cerradura que blinda mi guarida cuando la que retumba en el pasillo es la risa de la vecina.

Rompo la paz con la melodía de la voz dulce de Sade, triste, melancólica pero con la belleza que caracteriza esa melancolía y mientras me deleito con la música dejo llevar mis pies lentos, como la melodía, movimientos pausados hacia la cocina, coloco la cafetera a fuego lento y mientras, abro la nevera en busca de la leche permaneciendo ahí parada, observo los restos de una botella de vino que un día fueron celebración de algo, quizás de la felicidad y los sueños en un banquete, de la felicidad de la vida… y ahí parada me tropiezo en los ojos con una botella de cava, esperando ser descorchada, cuando la guardaba para una celebración, igual que el ron añejo que se enfría sin razón en la última balda de la nevera, y ahí parada analizo los éxitos de esto que llaman vida cuando en el desmenuzamiento de los días una lágrima resbala por las mejillas y me vuelvo inquisitoria conmigo misma.

El olor del café cargado invade la cocina y despierto del ensimismamiento que me invade como autómata que para los fogones de la cocina y con mimo arroja el café sobre una taza vieja, desayunos de niña en aquella pequeña taza marrón cuando ahora la observo y recuerdo los cabreos cuando la encontraba en el fregadero, suvenir de independencia cuando mama la puso en la maleta para que fuera fiel compañera en la soledad y ahora que recuerdo, más de una década de compañera de desayunos mientras la leche se cuela mezclándose con el café.

Vueltas que da la taza en el microondas y una sonrisa de ojos tristes en el juicio que me proceso a mí misma cuando analizo el paso del tiempo por los rasgos marcados en el cuerpo y observo el espejo tirado sobre el mueble, trastos y desorden que afianzan mi vida en el día a día y las marcas del tiempo en mi cara, marcas de una experiencia que aún así no me enseña a espantar la melancolía…

Un sorbo de café caliente, trazas del camino de una vida, búsqueda de la nada cuando el inconformismo de una sociedad marcada me resquebraja y la lucha se vuelve amarga en cada cabezazo que me rompe por dentro, como un espejo que cae al suelo, búsqueda de una felicidad en los sueños cuando me dejo llevar por los sentimientos y siento que la felicidad la roce con la yema y se me escapo entre los dedos y ahora que observo el paso del tiempo, una lágrima resbala por las mejillas cuando me pierdo entre los proyectos que se rompen y se pierden en el tiempo, cuando me asaltan las palabras de esas cosas que planeaba en los sueños despierta y ahora son proyectos de nada, promesas incumplidas a mí misma…. Y ahí, aún parada, de pie, al lado del microondas recuerdo la lencería, invadiendo en mi mente la imagen de mi cuerpo esculpido con ella vistiendo la piel morena, los tacones de aguja y la sonrisa al abrir la puerta y recibir su cuerpo con un beso, pretextos de una cena que se perdería cuando el erotismo del momento nos llevara a perdernos entre las caricias y los besos a las fauces del sexo y entre las lágrimas me invade una sonrisa ante lo dantesco de la situación ahora que cocino sólo para mí misma….

Me pierdo en los pensamientos del paso del tiempo y analizo una vida, desmigajo el tiempo transcurrido hasta el momento y sin pensarlo abro la nevera, analizando el paso del tiempo cuando me perdía más que Mesalina y ahora ni siento mis propias caricias por perderme en la melancolía cuando son mis dedos los que rozan el pecho y se pierden en la humedad de mis recovecos, recordando el deleite de sus besos y no me sacia nada, nada calma el empequeñecimiento de este pequeño ser, nada palia la melancolía…

Demonio de juegos prohibidos que ya no siente la sed de sangre en las venas, vampiro perdido, súcubo muerto, ángel de alas rotas que abre la nevera y observa el cava, analizando el paso del tiempo y analizando los éxitos de esta gran mentira que es la vida, nada que celebrar cuando me invaden las ganas de un abrazo en silencio, sin palabras y las caricias en el pelo para dulcificar la existencia y estrangular el miedo que invade los despertares en las pesadillas ahora que me vuelvo a sentir perdida.

Erotismo de un cuerpo desnudo sobre la cama, curvas del demonio en la belleza de un rostro angelical y la mirada perdida, retazos de una vida cuando las fuerzas me fallan y los sorbos del café no son fuente de adrenalina, imágenes que invaden la mente con la mirada perdida y los éxitos de una vida que se pierde en la melancolía, éxitos que no se sienten en la piel cuando el brindar con cava no vale de nada y con una mano entre las piernas, acariciando la melosidad de mi cuerpo, dulzura malgastada en las fauces del sexo conmigo misma y en un esfuerzo por levantar mi cuerpo del suelo, tropiezo de nuevo y me pierdo, añoranza de sentimientos que se van para no volver, sin nada que celebrar cuando observo el cava y los ingredientes de una tarta que jamás verá forma en mi cocina…