jueves, 26 de agosto de 2010

Víctima de mis deseos inconfesos... tras el espejo.


Con la embocadura en el paladar de una recién nacida, con el regustillo del líquido amniótico y la sensación de virginidad en los pulmones respiré una bocanada de aire que me invadió por dentro como brisa fresca que roza la piel en días calurosos, sensación indescriptible de frescor y lozanía, imposible ser preciso con lo que provocó en mi cuerpo esa bocanada de aire recién despertada mientras estiraba mi cuerpo como niña que quiere crecer y llegar al cielo, despertar de un ser nuevo...

La ligereza de mi cuerpo y la delicadeza del alma en la propensión a capturarlo todo, a aprender a vivir con el nuevo ser que le invade por dentro, con la regeneración de los pensamientos, me llevó a ladear el cuello y aspirar en una bocanada de aire el aroma de mi tez desnuda sobre las sábanas, imposible razonar lo que evoca la piel cuando invaden los recuerdos de un ser recién nacido y las feromonas que emanan del olor a hembra que desprendo me hacen viajar al olor del cuero que viste su cuerpo, provocación de los sentidos que me camela y me altera el cuerpo.

En medio de la nada, yo, sóla con mi cuerpo, observo el espejo y me doy cuenta de que en este renacimiento ha cambiado mi cuerpo, más en la levedad del polvo que compone cada átomo de mi cuerpo sigo albergando los mismos sentimientos y sólo el recuerdo de su aroma me provoca hasta el miedo, pensamientos en soledad que enrojecen hasta al más osado, callados deseos, inconfesables provocaciones cuando la pasión me recorre las venas y ahí, delante del espejo que muestra las curvas de mi cuerpo, me seduzco a mí misma con la mirada, como si fueran sus ojos los que observaran tras el cristal tintado, mis manos acarician suavemente la piel, deslizándose lentamente por la tripa plana, tropiezo con el piercing del ombligo y una sonrisa en los labios, coronada con la mirada del súcubo que llevo dentro cuando soy presa de los deseos más inconfesables en el sexo, y continúan bajando los dedos para introducirse bajo las llamativas bragas naranjas que destacan en el cuerpo moreno, espalda que se arquea sintiendo el peso del cuerpo sobre los hombros con las piernas flexionadas y las caricias que observo mientras se me estremece hasta el pelo, palpando los jugos de mi cuerpo con la yema de los dedos, que se escurren hasta lo más profundo y arrancan la música de mis cuerdas vocales cuando los jadeos se tornan en agudos gemidos, vibraciones musicales en mi garganta cuando son mis dedos los que pulsan las teclas del placer carnal, vicio visceral que me invade en cada movimiento...

Tumbada, mi espalda se arquea en cada movimiento, largas piernas flexionadas, que se cierran para sentir la presión de los dedos en el clítoris cuando están completamente dentro, juego de movimientos que serpentean el cuerpo y me miro en el espejo, ojos de deseo cuando sé que ahora mismo me está viendo, que sabe cada curva de mi ser y se imagina cada movimiento, que conoce cada reacción a una caricia y su mente vuela libre cuando es mi voz la que suena en estas palabras y que es real cada uno de los movimientos, cuando ahora me acaricio y en mi mente sus manos, acariciandome, presa de los sueños, víctima de la imaginación cuando me convierto en Mesalina al caer la ropa al suelo, mas no hay manera de apagar el fuego que me invade por dentro, con los dedos entre las piernas, acariciando, introduciéndose dentro mientras en mi garganta los jadeos, que ahora no calla con besos, sólo en mi mente enciende las pasiones más desatadas, fantasías que ni siquiera me atrevo a confesar cuando las dos manos entran en juego, mientras dos dedos me penetran, la palma de la mano acaricia el clítoris, otros acarician el resto y los humedezco en el flujo del deseo, que emana sin cesar, para penetrar mi ano con un dedo, grito placentero cuando en el movimiento siento mi dedo dentro, sobre la cama, con el peso sobre las rodillas y la cabeza sobre la almohada, sumisa a los deseos, y sé que ahora desea entrar en el juego, tomar mis caderas y ocupar el lugar de mis dedos, me excita saber de su deseo cuando sé que se esconde tras el espejo y desea que sus manos me calmen, que entre caricias me escurra bajo él y me abandone al completo en la realidad de ser un súcubo de carne y hueso, pero ahora no le dejo, le castigo a observar ese orgasmo que me hace temblar mientras mis dedos permanecen dentro, convulsiones en mi cuerpo que me encogen por dentro y siento la presión en los dedos, temblores que erizan el bello y sigo temblando, mientras, él tras el espejo, observando mi abandonado al placer, incontrolable por el cerebro en ese momento, y no puede abandonar el espejo, ni puede, ni quiero en el castigo que le proceso cuando ahora es víctima de mis deseos más inconfesos...