lunes, 15 de noviembre de 2010

¿quién soy?


No se ve la luna por la ventana, densa niebla y los edificios que tapan mi libertad, las alas plegadas al viento con los pies en el suelo, ahora no puedo observar el cielo, cuando cada lágrima es sintomática del desconsuelo que invade los sueños y permanezco apoyada en la ventana, con la luz apagada, música de guitarras que me hace navegar, como naufrago velero, en los pensamientos, ahí, parada junto a la ventana, con tan sólo unas bragas blancas vistiendo las vergüenzas de mi cuerpo, vergüenzas de las que me enorgullezco cuando soy el súcubo del sexo, cuando mis dedos se pierden en caricias por el pecho y baja la palma de mi mano por el vientre plano, escurriendo los dedos bajo las braguitas blancas de lycra y sólo yo, yo y los juegos de los dedos que resbalan, ojos cerrados y la cabeza alzada al cielo que no veo.

Sigo los pasos de Ícaro en un vuelo desenfrenado, huida de la nada, de la nimiedad en que me convierte la pesadumbre de los pensamientos y, por un momento, me dejo llevar por el instante, sucumbo a los placeres carnales que provoca el súcubo que llevo dentro , mientras, los dedos regalan caricias a mi cuerpo desganado que siente la melodía del sexo fluir por dentro y se abandona, se deja llevar por el momento, arrastrándose al baile del son que marcan los dedos…

Quebranto de la magia cuando en una ráfaga fugaz de lucidez la conciencia hace mella, observo mi mano con un suspiro en la garganta y las manchas de sangre se aferran a mi cintura, abrazo que intenta infundir un ánimo que no tengo, que no encuentro por mucho que rebusque por dentro, tortura de los pensamientos cuando el mayor de los castigos es la condena que se procesa en el cerebro y , en los avatares del destino, te juzgas a ti mismo despreciando tu delito, una mano que estira el pelo en señal de castigo y duele más por dentro que el tirón de pelos…

Ama y señora, dueña de mi vida y sin embargo perdida, espectro de mí misma cuando la fortaleza de mi carácter se pierde con el viento de su garganta… incapaz de desengancharme de la adicción que provocan los sentimientos que queman por dentro y cuando las riendas del destino, en este sendero, son fruto del razonamiento lógico de mi cerebro, odio por mí misma, ingratitud y desprecio… mas la indiferencia que provocan las lágrimas de sangre que emanan de mis entrañas no son más que la muestra de que soy sólo un espectro, irreal… sólo un espejismo en mi cerebro de la felicidad que anhelo…

Mendiga de cariño por las calles de la vida, mendiga del consuelo y unas manos que limpien la sangre de las mías, sólo la comprensión y la aprobación en la desazón que me quema el cuerpo cuando el subirme en unos tacones me provoca vértigo, cuando me siento muerta por dentro y la tristeza se suma al castigo, cuando aunque sonría llora la mirada y ya no me siento a mí misma, espectro de la pusilanimidad en que me sumo, hoja que vuela al viento, autómata, muerta en vida…

Como un payaso sin sonrisa, como un mago sin cartas… así avanzan mis pasos sobre el cemento, huellas de sangre, heridas que no se ven, pero que duelen más en el alma que en el cuerpo y, yo, muñeca con sentimientos, incapaz de negarme a ellos, impasible ante el sufrimiento del frío al despertar, de los abrazos al viento...

Búsqueda infructuosa de la esperanza, búsqueda poco prolífera de las ganas de seguir viviendo en la tierra siendo mujer dotada de sentimientos, cuando ahora que lo busco, tampoco encuentro el súcubo que llevo dentro y me pregunto en silencio ¿quién soy? ¿Qué soy ahora? No soy yo, pero entonces…. ¿quién soy? ¿en qué me he convertido? No lo sé, no hay respuesta a los intrigantes de la mentira en que he convertido mi vida, en este espejismo barato de la realidad en el que cierro los ojos y no quiero ver más allá del dolor que ya me mata por dentro por miedo a seguir sufriendo… y ahora, con las manos manchadas de mi propia sangre, por qué no derramar la copa de la vida cuando soy incapaz de perdonarme a mí misma haberme dejado llevar por estos senderos, pensando que lo correcto era evitar el sufrimiento, inconsciente de que el dolor del cuerpo es menor que el de las heridas, que no hay fuerzas para levantar el cuerpo del suelo cuando se agotan al respirar, al mantener las constantes vitales de este cadaver que camina....

Mas si no soy yo, ¿quién habita mi cuerpo? ¿por qué sigo aferrada a un sueño que no ha echo si no matarme por dentro? y sin embargo, de nuevo la pusilanimidad frente al espejo, imagen impasible tras el cristal, una mirada que delata el sufrimiento y otra batalla de la vida perdida, con la sangre de mi cuerpo salpicando las vestiduras, asesina de mí misma, asesina del súcubo que llevaba dentro, asesina del demonio de juegos traviesos... y ahora... ¿quién soy? ¿en qué se convirtio la esencia de mi sonrisa?

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